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Santa Faz. Hermandad de Montserrat. 2015 |
El pasado sábado, día 21 de Marzo, se presentó la pintura de la Santa Faz que he pintado para el paño de Verónica que procesiona el Viernes Santo la hermandad de Montserrat de Sevilla, una pintura de gran envergadura teológica que ha sido un reto para un artista creyente.
La idea buscada para representar el rostro de Cristo ha sido
la del dolor profundo del alma ante la decepción de aquella persona a la que
entregas todo tu amor y cariño. Me movió pensar en la cantidad de veces que no
correspondemos a su Amor, el daño que nuestras faltas causan a un Dios que ha
dado su propia vida por nosotros. Pensar en el abatimiento en la Pasión, no sólo por el
sufrimiento físico sino moral, al ver como por los que se sacrifica no le
corresponden. Ese momento en el que, sin fuerzas para nada y bajo el peso de la Cruz, le embarga la pena,
porque los que va a redimir le dan la espalda. Unos pensamientos católicos y
teológicos, estudiados y representados desde antiguo, pero que, en esta
sociedad cada vez más laicista, se van abandonando en pos de la estética y
sentimientos que poco tienen que ver con la devoción.
Todos hemos sentido alguna vez ese sentimiento de incomprensión y
decepción ante el abandono de una amistad, de un amor, en el que nos hemos volcado,
que de repente se aleja y nos deja con la boca abierta buscando una
explicación, los ojos desorbitados y envueltos en lágrimas y unas cejas muestra
de asombro y tristeza. El mismo sentimiento humano ante la muerte de Lázaro
debe tener Cristo cuando faltamos a su Amor y al prójimo, de profunda tristeza,
aunque no con desesperanza sino con serenidad, la que da la esperanza. Faltas
de amor que no sólo constituyen los pecados capitales sino, a mi parecer, ofensas
como la idolatría, la blasfemia, la indiferencia, el odio, la desconfianza,
todas ellas espinas agudas que atraviesan su Santo Rostro, y una sobre las
demás, el egoísmo, que atraviesa su ceja de parte a parte, aunque sin distraer
un ápice de esa mirada penetrante que nos llama hacia Él y nos interpela por
nuestro abandono, puntual o total. Ese llanto inconsolable tan humano pero que
no es incompatible con su condición divina, representada en el atributo de sus
potencias, ligeramente esbozadas y que buscan aumentar la unción sagrada de
este Divino Rostro.
Formalmente se trata de una representación clásica de Cristo en el paño de la Santa Mujer Verónica, cuyo esquema compositivo y anatómico se basa en la simetría y en la yuxtaposición del plano de fondo junto al de la figura para resaltar la silueta, lo que recuerda al recorte de las imágenes en los iconos. La simetría es asimétrica en el caso de las espinas, que parten de una corona cuyo entrelazado hace perder la base homogénea del dibujo. Estos estudios y el contraste especial en la parte central de la cara, particularmente en la profunda mirada, frente a lo difuminado del resto, potencian el diálogo con el devoto o interlocutor.
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